Se trata, sin la menor duda, de una reforma que supera en fascismo a las presentadas por las autoridades con anterioridad. Si esta reforma se aceptara por el Congreso –confío en que no sea así–, la condición de los trabajadores sería dramática. Claro está –y lo vemos ahora con motivo de los conflictos del sindicato minero y del Sindicato Mexicano de Electricistas– que las organizaciones democráticas pueden superar cualquier escollo siempre y cuando se establezca con ellas la solidaridad, aquella que cerraba el Manifiesto comunista de 1848: “Trabajadores de todos los países: uníos”. Néstor de Buen


Tiene poco que el destacado jurista, Néstor de Buen, escribió su opinión con respecto de la nueva reforma laboral en el diario La Jornada. Refirió no tener aún a la vista el documento, pero que no obstante eso, conocía los puntos principales en que se sustentaba dicho texto, los que definió en su conjunto como nada gratos. La verdad, no me tiene nada sorprendido su respuesta, ya que el autor principal parece ser el mismísimo secretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, que naturalmente contó con la colaboración de otros abogados.

A favor de esta reforma se han sumado los vivas de ¡por fin! de la COPARMEX, la CONCANACO y de periodistas como Eduardo Ruiz-Healy, Gabriela Bensusán, Macario Schettino, Marielena Vega, Maricarmen Cortés y Pedro Ferríz de Con, que a través de los medios de comunicación se han lanzado a la campaña mediática de favorecer la reforma laboral del gobierno federal, unos calificándola como Light y Ferríz promoviéndola en Excélsior, Imagen y una organización que se dice llamar Revolución del Intelecto en donde habla de lo que según él deben ser las aspiraciones de los empleados:

La aspiración de cualquier empleado inteligente y preparado, debe ser primero empezar siendo prescindible… luego necesario… y acabar como elemento imprescindible. Ir ganando en la escala del desempeño. El grado de frustración por no ser así, resulta pernicioso para la organización en su conjunto. Un ser humano que ve pasar la vida, sin hacer asequible un mayor bienestar, entra rápido en el terreno del rencor.

En lo que a los contratos individuales se refiere, la propuesta propone la celebración de contratos de trabajo a tiempo fijo y por hora, lo que ya acepta la ley cuando señala en el artículo 35 que las relaciones de trabajo pueden ser para obra o tiempo determinado.

Además, se prevé la propuesta del contrato a prueba, que en sí no es más que un antiguo sueño de la clase empresarial que implica la contratación de los servicios de un empleado potencial, para que así su desempeño y compatibilidad sean evaluados con el fin de que la compañía pueda extenderle una oferta de empleo. Si las cosas no funcionan por la razón que sea, se puede rescindir del contrato en cualquier momento sin necesidad de alguna explicación.

No es difícil que se considere ahora una reducción de las responsabilidades económicas por despidos injustificados. En algunos países se ha planteado que los salarios vencidos no podrán exceder de tres meses. Si no recuerdo mal, en una reciente conferencia que dí en Monterrey, alguien del público recordó esa formulita. El proyecto Lozano, generoso él, marca seis meses de salarios caídos.

En materia sindical se plantean exigencias que hacen muy difícil a los trabajadores poder reclamar la firma de un contrato colectivo de trabajo. Pero, además, se limita el derecho de huelga en cuanto a su duración, lo que evidentemente perjudica a los trabajadores. Por otra parte, se atribuye a los empresarios el derecho de promover la imputabilidad del conflicto, cosa que actualmente no pueden hacer.

Una novedad importante es que se prohíbe que las cuotas ordinarias que deben cubrir los trabajadores se descuenten de su salario para su entrega al tesorero sindical, con lo que evidentemente la propuesta pretende impedir el ejercicio efectivo del derecho de huelga, ya que los trabajadores difícilmente cubrirán directamente las cuotas al sindicato. Actualmente se sigue el mismo sistema con las cuotas extraordinarias, que debe cobrar directamente el sindicato a los afiliados, situación que hace difícil la captación de esos recursos y hace muy difíciles las acciones colectivas de resistencia.

Es de suma relevancia recalcar que en pleno 2010, centenario de la Revolución y bicentenario de la Independencia, existen intentos de algunos sectores que buscan vulnerar los derechos previstos en el artículo 123 constitucional y los contenidos en la Ley Federal del Trabajo con el fin de regresar a las peores épocas del Porfiriato. La reforma, como lo ha referido Néstor de Buen, “intenta evitar la negociación colectiva, abaratar los despidos, generar relaciones de trabajo esencialmente temporales y a prueba, y privar a las organizaciones sindicales de sus recursos económicos.”

Finalmente, con relación a quienes apoyan ésta reforma, Néstor de Buen concluyó en su columna:

Claro está que no faltan especialistas externos que se habrán prestado de muy buena manera a formular el anteproyecto que habrá sido presentado bajo la responsabilidad del Presidente de la República y con el aval del secretario del Trabajo. Y conociendo a esos especialistas, con profundo olor a Coparmex, no tengo duda alguna de los verdaderos propósitos del proyecto. Se dice que se tocan temas de derecho individual y de derecho colectivo del trabajo. Y viniendo de quien vienen no hace falta demasiada imaginación –quizá sólo una lectura inicial a las notas de prensa y el recuerdo del proyecto Abascal– para suponer qué es lo que el proyecto significa. La conclusión evidente es que el porfiriato intenta recuperar sus fuerzas conservadoras. El PAN lo representa en plenitud. Hay muchos detalles más a los que podremos dedicar futuros artículos. Pero lo que procede decir ahora es que el fascismo gobierna la propuesta de reforma.