En una suerte de ritual de traspaso de potestades para ejercer la opacidad, y muy probablemente la corrupción, el último de los mandatarios del PRI, Ernesto Zedillo, donó al primer presidente panista, Vicente Fox, más de 24 millones de pesos en un fideicomiso privado, fondos cuyo destino se desconoce hasta ahora. En una replica casi de espejo, Felipe Calderón tuvo a su disposición 130 millones de pesos, que gastó en banquetes, edecanes, estudios de imagen… Estos hechos son exhibidos en La corrupción azul, trabajo de investigación con el cual su autor, Daniel Lizárraga, reportero de Proceso, ganó el Premio Debate organizado por Random House Mondadori. Con la autorización de esta casa editorial, reproducimos aquí partes del Capítulo XI del libro, el cual empezará a circular esta semana.

El general Jesús Castillo chasqueó la lengua tras sorber una copa recién servida por alguno de los meseros del Oxo Tower Restaurant, uno de los sitios más afamados en Londres cuando se quiere celebrar algo especial. Sin embargo, este militar de rasgos indígenas con un mechón blanco en el negro copete estaba absolutamente solo. Nadie compartió con él la botella de vino tinto que seleccionó entre las más de 300 marcas existentes en ese sitio. La noche de ese sábado 28 de enero de 2007, desde su mesa, a través de un ventanal de 360 grados, pudo deleitarse con una vista inigualable del mítico río Támesis. Este restaurante fue construido en el octavo piso de un edificio que data de finales del siglo XIX, aún en la época victoriana, justo cuando transcurrieron algunas de las historias del detective más famoso del mundo, Sherlock Holmes.

Apenas un par de meses atrás —el 30 de noviembre de 2006— Felipe Calderón lo había nombrado jefe del Estado Mayor Presidencial, uno de los puestos más altos que puede alcanzarse dentro de la carrera de las armas en México. El anuncio se hizo ya por la noche de ese día, cuando podían contarse con los dedos de las manos las horas que faltaban para saber si el presidente electo rendiría protesta ante el Congreso de la Unión, superando las amenazas de no dejarlo pasar lanzadas por los legisladores fieles al líder opositor Andrés Manuel López Obrador .

Pero la incertidumbre sólo existió en las redacciones de los diarios o en la cabeza de los que exigieron el voto por voto tras las disputadas elecciones. El general de brigada diplomado del Estado Mayor Jesús Castillo no tenía dudas.

Durante semanas, a lo largo del período de transición gubernamental, junto con los jefes de inteligencia militar diseñó un operativo quirúrgico que logró meter y sacar a Felipe Calderón de San Lázaro sin que le tocaran un ojal, ni siquiera una uña de la mano derecha en la que luce la sortija matrimonial.

Un platillo fuerte para cenar servido dentro del Oxo Tower Restaurant puede costar entre 20 y 30 libras —entre 500 y 700 pesos—. Una botella de champaña va desde las 45 hasta las 300 libras —unos 7 mil pesos—. La capital británica es una de las ciudades más caras del mundo. Jesús Castillo cumplía entonces con su primera gira de trabajo por Europa acompañando a Felipe Calderón.

El sueldo de JC —como le llaman sus subalternos— es como una carta sin abrir dentro del sistema de transparencia, ya que los miembros del Estado Mayor no figuran en la nómina de Los Pinos ni tampoco aparecen en la información pública difundida por la Secretaría de la Defensa Nacional. Estos oficiales son como una burbuja dentro de las Fuerzas Armadas. El investigador universitario José Luis Piñeiro los ha definido como "militares de terciopelo".


Fuente: www.proceso.com.mx